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el precio de la paz

Segunda y una última entrada dedicadas a las paredes (de cierta parte) de Irlanda. He dejado aquí la primera, por si alguien quiere seguir el hilo.

Podría continuar durante muchas más entradas,. No han dejado un rincón en el que no figure su relato, los elementos fundacionales de su resistencia, o cualquier otra causa que hayan considerado justa a lo largo de la historia de la humanidad.

No he conocido a nadie con tanta resistencia al olvido como ellos, se han conjurado para que la desmemoria que se ha propagado por los libros de historia no infecte sus paredes.

La duda que tengo siempre al contemplar esas paredes, convertidas ahora en fotografías, es si es posible construir algo parecido a una paz sin los ladrillos del olvido.

Supongo que, al final, el olvido es como las pistolas, tienes o no razón en función del lado en el que la historia te haya colocado.

Parece que ese es el verdadero precio de la paz, el olvido. Se acaban los combates, callan los tambores y las fanfarrias, saqueas la última casa y quemas la última bandera. Desaparecen entonces los soldados y surge en su lugar la silenciosa armada de los contables, los abogados y los grises funcionarios… y entonces, ¿qué?, ¿cómo logras que todo siga funcionando?

Con olvido, unos deben olvidar sus victorias, otros sus derrotas. Lo que hemos sembrado en el pasado da frutos en el presente, pero la cosecha de las heridas y las muertes son siempre unos frutos amargos que no alimentan, sólo envenenan el futuro.

Y ahí radica el dilema: unos deben olvidar para que otros puedan vivir en paz. Pero, ¿es posible pedirle a una madre que olvide la cara de su hijo muerto, o a un hermano que borre la memoria de una hermana perdida en toda esa violencia sin sentido? ¿Es justo pedirles que sacrifiquen lo poco que les queda, sus recuerdos, en nombre de una paz que parece tan frágil?

Tal vez el olvido no es la respuesta, sino el silencio. Un silencio incómodo, donde se evita hablar del pasado, donde se finge que las cicatrices no escuecen. Pero las paredes no saben de silencios. Son testigos mudos que siguen gritando, cada vez que alguien pasa por delante. Y cuando crees que has aprendido a no escuchar, una palabra o un nombre pintado hace eco en tu memoria.

No importa cuántas capas de pintura apliques. Las paredes seguirán mostrando sus grietas, y si pasas la mano sobre ellas, sentirás que el tiempo no las ha borrado, que aún siguen manchadas de sangre. Porque, al final, lo que queda es el dolor. Y el dolor nunca olvida.

6 Comments

  • Alfred

    Quise decir: nuestra.

    El año pasado o hace más, lei un libro sobre el conflicto Irlanda versus Inglaterra, que encontré muy logrado.
    Un paraíso inalcanzable de Jhon Morrison.

  • Eva

    También tiene que ser posible no olvidar, porque tal vez no se pueda cuando hay un dolor profundo, pero tampoco mantener un odio que clava su aguijón en el que lo siente. Y creo que esto es algo natural que sucede en las personas con el paso del tiempo, aunque hayan vivido historias terribles. Diferente es el empeño de mantener los odios vivos y alimentarlos cada día. Esto también sucede y no tiene nada que ver con el dolor.

  • Beauséant

    Y sin paredes que lo cuenten, Alfred, cada vez que alguien ha intentado contar algo de ese episodio en una pared, el resultado es de sobra conocido. Quizás las generaciones que vengan detrás, que parecen pasar por completo del tema, sean las que tengan razón… aunque, claro, lo mismo están erradas y condenadas a repetir los mismos errores. No hay forma de saberlo, lo veremos.


    Gracias a ti, José A. García, no soy de hacer fotos muy documentales, pero el lugar tenía ese algo que impulsaba a disparar de forma compulsiva. Gran verdad has dicho, todo es un campo de batalla, los cuerpos, las mentes, los cadáveres… Nada se escapa, ¿verdad?


    Parece, Eva, que el recuerdo excesivo lleva al odio, eso que decía Yoda, El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Tendríamos que ser capaces de recordar con cierta distancia, ¿verdad?, un poco desde lejos. Lo suficientemente cerca para saber que no se deben seguir ciertos caminos ni frecuentar ciertas compañías, pero tan lejos que no sea algo personal.

    Las personas, la mayoría de ellas, creo que no sabemos colocarnos en ese punto. O algo nos da lo mismo, o lo convertimos en una causa. De lo que ocurra en Irlanda en un futuro podremos sacar muchas conclusiones.

  • Etienne

    A mi me parece que no está mal recordar, siendo que me cuesta poner las cosas en términos de bien/mal. el problema está en las cosas que recordamos, en quienes hacen u omiten los eventos que pueblan nuestra memoria. Recordar y mascullar el dolor no hará que lo que ocurrió se des-haga y los muertos vuelvan a los brazos de sus familias. Dicho eso, si fuera posible construir la historia desde acciones menos agresivas, no estaríamos teniendo este foto documental que moviliza, por caso. Pero la historia no la hacen los timoratos ni los benevolentes, o por lo menos, eso nos han hecho creer…

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